El pasado 13 de septiembre, educadoras, madres y padres, estudiantes e integrantes de la Colectiva Feminista en Construcción, nos convocamos a conversar sobre alternativas para atender la violencia de género desde la comunidad escolar. La actividad surgió como parte de la campaña “Nosotras por nuestras vidas”, que plantea atender la violencia de género desde una perspectiva comunitaria, no punitivista y que aspire a la transformación de los espacios y las personas.
La conversación es la segunda parte de un diálogo que iniciamos el pasado mes de mayo, cuando nos planteamos colectivamente cómo atendemos y erradicamos la violencia de género desde nuestras comunidades, sabiendo que el Estado no solo sostiene y reproduce esa violencia, sino que sigue haciéndose de la vista larga.
Motivadas por esa primera conversación, las compañeras maestras Janisse Hernández y Alejandra Figueroa, facilitaron un diálogo inspirado en sus experiencias en espacios educativos. Para iniciar el diálogo, las compañeras ofrecieron un contexto de la estructura del sistema de educación pública en Puerto Rico. La estructura vertical y jerárquica del sistema educativo, coloca al Secretario de Educación al tope y como la persona que dirige y ejecuta la política pública del Departamento. Este funcionario maneja y administra el presupuesto y toma decisiones sobre el contenido educativo. Por debajo de esta figura se encuentran: los directores regionales, directores de planteles escolares, trabajadora social, consejera, psicóloga, enfermera, maestra y equipo de seguridad. Al final de esa estructura de poder, encontramos al estudiante, su padre/madre/encargado y al resto del equipo como por ejemplo: asistentes, equipo de cocina y personal de mantenimiento. Según las compañeras, esta estructura jerárquica rígida provoca que la toma de decisiones en la comunidad escolar viene siempre “desde arriba”, por entes desconectados de las realidades y condiciones materiales de cada escuela. Con esta dinámica, tampoco se toma en consideración el impacto de estas decisiones para el personal escolar, maestres, y muchos menos a los estudiantes y sus familias. Como segundo punto, las compañeras discutieron que el sistema educativo es uno altamente feminizado, en el cual muchos de los puestos de trabajo en los planteles escolares están ocupados por mujeres.
Al finalizar este ejercicio introductorio, les participantes fuimos divididos en grupos de trabajo para discutir diversas situaciones “hipotéticas” de violencia de género en las escuelas. Desde estos pequeños grupos discutimos cuatro preguntas: (1) ¿Cuáles son las herramientas que se utilizan para atender esta violencia? ¿Son efectivas?, (2) ¿Cuáles herramientas podemos generar desde nuestras comunidades escolares, ya sea entre facultad o estudiantes?, (3) ¿Podemos pensar en herramientas y posibles soluciones que no incurran en prácticas punitivas?, y (4) ¿Podemos imaginarnos un futuro libre de violencia de género con el modelo de escuela que tenemos actualmente o debemos imaginarnos otra?
Una conclusión inicial de este ejercicio fue que en las escuelas se reproduce violencia de género de múltiples maneras: desde casos de violencia sexual entre pares, conducta violenta e inapropiada entre personal escolar y hacia estudiantes, y violencia de parte de la administración y personal escolar hacia estudiantes y sus familias. Esta última dinámica resonó mucho entre les presentes, especialmente mientras discutimos una de las situaciones hipotéticas, en la que una madre soltera con dos trabajos, recibe unos comentarios hirientes e inapropiados de parte de la directora de la escuela por llegar tarde a una reunión escolar. Mientras se discutía esta última, Rossi Báez, madre de una estudiante de escuela superior del sistema público del país, comentó que en ocasiones los directores no toman decisiones acertadas, pues olvidan pensar en las condiciones de los padres/madres y los jóvenes estudiantes. Añadió que en estos escenarios, es más adecuado que la situación sea atendida por un consejero o psicólogo escolar para conocer precisamente los retos o situaciones familiares que atraviesan los jóvenes y sus familias, antes de emitir juicios.
Luego de esa reflexiones, evaluamos las soluciones que se utilizan actualmente y si estas atienden el problema. A partir de las experiencias de les presentes, concluimos que en estos escenarios usualmente se culpa a la víctima o a la persona que recibe la violencia, se expulsan o suspenden estudiantes en lugar de atender la raíz del problema, y que las figuras de autoridad abusan de su poder.
¿Cuáles son las propuestas?
Al finalizar el ejercicio anterior, llegamos a otra conclusión: las escuelas tienen el potencial de ser un espacio para educar y encaminarse hacia la erradicación de la violencia de género. Todes reconocimos que las escuelas, al ser un espacio de educación y de formación social, pueden utilizarse para cambiar esa cultura de violencia.
Se presentaron propuestas que pretenden atender la violencia de género desde su raíz, que fomenten prácticas o comportamientos saludables y que permitan mejor manejo de conflictos. Las propuestas presentadas fueron:
Creación y aplicación de un currículo con perspectiva de género para todas las personas de la comunidad escolar, no solo les estudiantes.
Cambiar la estructura educativa a una de una comunidad descentralizada.
Utilizar las redes existentes entre el estudiantado para problematizar conductas de violencia de género, con el acompañamiento de alguien elegido por elles.
Creación de grupos de apoyo para padres/madres, estudiantes y personal escolar.
Creación de política pública que de y priorice las voces de les niñes.
Procesos de mediación con personal capacitado, que enfatice en el diálogo y en la toma de responsabilidad.
Talleres de capacitación socioemocional para toda la comunidad
Re-educación para adultos en el área escolar.
Otorgar herramientas a estudiantes para manejo de conflictos y que sean el centro del manejo de ellos.
Educación sexual integral
Creación de un comité capacitado, no punitivo, democrático y participativo para manejar situaciones entre pares (maestros, empleados), una rendición de cuentas.
Entre todas estas propuestas, una que llamó mucho la atención fue la de las redes de apoyo entre les estudiantes, que apuestan a que entre elles mismes puedan discutir, problematizar y encontrar soluciones. La compañera Ana Marazzi señaló que “los jóvenes forman redes de apoyo entre ellos y pueden a apostar a soluciones de forma colectiva”. Añadió que esas redes de apoyo pueden ser fortalecidas con alguna persona que les acompañe en los procesos, pero que sea alguien con quien se sientan cómodes. De igual forma, la compañera Rebe Encarnación, puntualizó que los jóvenes necesitan herramientas para cultivar la seguridad y capacidad de tener conversaciones difíciles con las personas que hacen daño y dar espacio para resolver sus propios problemas.
Todas estas propuestas revelaron algo esencial: tenemos que apostar a la construcción de comunidad y a un sentido de colectividad. La erradicación de la violencia de género no debe ser atendida como algo individual. Esto requiere que las escuelas y los espacios educativos se muevan como una comunidad escolar fortalecida que trabaja en conjunto y tomando en cuenta a todas las personas que la componen.
¿Y ahora, qué?
Esta conversación nos dejó con el deseo de seguir profundizando e imaginando otras posibilidades. Todas las personas que allí acudieron, compartieron la importancia de que existan espacios como este, en los que todes los miembros de una comunidad, no solo se sienten a hablar sobre las violencias que nos aquejan, sino a trabajar juntes para encontrar soluciones. Queremos que un próximo evento de esta naturaleza, sea facilitado y organizado por otras personas de la comunidad, para seguir hablando de este y otros temas también. ¡Hay que seguir dialogando!
Esta actividad formó parte de la iniciativa de Espacio Abierto, un proyecto de la Colectiva Feminista en Construcción para crear espacios de diálogo comunitario sobre temas que nos preocupan y nos ocupan. El objetivo es que sea un espacio seguro para juntar a personas de la comunidad de Río Piedras como residentes, comerciantes, estudiantes, entre otros, para conectar y tener discusiones políticas alrededor de temas mayormente relacionados a la violencia de género, violencia anti-negra y el desplazamiento.
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