Por Shariana Ferrer-Núñez y Sofía Vázquez Laureano
La mal llamada ‘deuda pública’ ha servido como aparato de control para el pueblo. No podemos ser libres porque debemos y por estar endeudadas nos tildan incapaces de ser libres. Las compañeras Shariana Ferrer-Núñez y Zoán Dávila Roldán han advertido que la deuda sirve como una forma de marca sobre los cuerpos/pueblos desterrándoles, empobreciéndoles, extrayéndoles y robándoles la posibilidad de futuro. Es con miras a arrebatarnos ese futuro, de una vida feliz y digna, que justifican la imposición de las políticas de empobrecimiento. Y es que la deuda no solo es para que la paguemos las negras y pobres, sino para mantenernos en esas condiciones de pobreza.
La deuda es un negocio redondo, pues, quien nos saquea es quien nos presta, pero solo para cobrarnos, y con intereses, lo que nos roba. Uno de los casos más evidentes de esta violencia ha sido el caso de Haití. En el 1805, luego de que las personas negras vencieran en la Revolución Haitiana —logrando su independencia y la abolición de la esclavitud— Francia le impuso al pueblo haitiano (esclavizado por el gobierno francés) una deuda millonaria. El recién creado gobierno haitiano no podía rehusarse a pagar esta deuda, puesto a que Francia usó su poder político para obligar a que otros países se negaran a establecer relaciones comerciales con Haití. Es decir, luego de esclavizar a personas negras, extraer los recursos del territorio haitiano y colonizarles, Francia obligó a Haití a pagar una deuda creada para mantener al pueblo en la pobreza. Algunos podrían verlo como revanchismo político, pero lo cierto es que la supremacía blanca y su violencia anti-negra sigue dictan la manera en que vemos y entendemos el mundo que nos rodea.
Asimismo, se repite el despojo cada vez que nos quitan servicios esenciales como la salud, vivienda, educación, servicios de energía eléctrica, acueductos, transportación, entre otros. Parecería una broma de mal gusto que obliguen a pagar la deuda (creada/cobrada por hombres blancos y ricos) a quienes no tenemos con qué pagar; y que no tenemos con qué pagar porque —en principio—nos quitaron la posibilidad para decidir nuestro propio destino.
Si bien nos hemos sumado al llamado de cancelación de deuda, nuestro deber va más allá. Nos posicionamos desde una confrontación directa contra el sistema que ingenia la deuda como reformulación del aparato colonial. Entonces, cuestionemos la deuda y combatamos a los que vienen a cobrar.
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