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Agitando la imaginación y lo posible

por Xiomara Torres Rivera


El pasado 10 de agosto, nuestra compañera y dirigente Zoán Dávila Roldán, participó del conversatorio “Agitar la imaginación: hacia un futuro feminista sin castigos” organizado por Kilómetro 0 en el contexto de su quinto aniversario. Zoán estuvo acompañada de la investigadora social Debora Upegui-Hernández, de la abogada y defensora pública María Soledad Sáez Matos y de la periodista y socióloga Firuzeh Shokooh Valle.


El conversatorio giró en torno a analizar las prácticas deshumanizantes del estado que

criminalizan a las personas empobrecidas. Un estado que no provee servicios que atiendan las necesidades de quienes son violentadas, que revictimiza y que lejos de ofrecer verdaderas garantías, solo vulnerabiliza a las sobrevivientes. Ese mismo estado que tampoco se responsabiliza por atender a quienes infringen el daño más allá castigarles y desecharles. La cárcel opera como un centro deshumanizante pero la cotidianidad opera como un espacio en el que también se reproducen lógicas carcelarias y de castigo.


Sobre esa cotidianidad, algunas de las compañeras compartieron sus experiencias diarias desde sus espacios de trabajo e investigaciones. Por un lado, María Soledad Sáez contó sobre los tratos y las condiciones deshumanizantes en las que el estado mantiene a quienes son procesados criminalmente. Añadió como ya sabemos, que estas personas no son cualquier persona y que responden a unos perfiles particulares, es decir, personas empobrecidas, racializadas y en su mayoría, mujeres. Asimismo, Debora Upegui-Hernández compartió sus investigaciones para poner en perspectiva el juicio social y el imaginario desechable con el que cargan las mujeres que manejan su uso problemático de sustancias. Señaló las maneras en que el estado criminaliza a estas mujeres y puntualizó lo difícil que se torna la situación cuando la persona es madre y tiene hijos bajo su custodia. No hay verdaderas posibilidades ni garantías de rehabilitarse porque la solución siempre se haya en la criminalización de las conductas.


Por su parte, nuestra compañera Zoán, puntualizó que todas estas circunstancias operan entrelazadas porque existen en función de un sistema que nos marca, desplaza y mata. Sin embargo, enfatizó que nos toca atrevernos a imaginar otras soluciones que nunca se han practicado. Zoán expandió la conversación sobre la cárcel y las lógicas del castigo a nuestro diario vivir y nuestras relaciones. Para Zoán, pensar el abolicionismo es un ejercicio que empieza centrando nuestras relaciones. Es vital observar a quienes están a nuestro alrededor y con quienes compartimos para reflexionar cómo nos relacionamos con estas personas. Es rastrear las maneras en que operamos con nuestros vínculos. Es hacernos responsables de nuestros espacios. Es dejar de hablar desde la otredad y comenzar a reconocernos no solo como sobrevivientes de violencia si no también como perpetradores de ella. Es un asunto de reconocer la humanidad de la otra y creer radicalmente que somos capaces de cambiar, de ser diferentes y que esa creencia debe partir de una mirada colectiva.


Para nosotras, como organización que nos mantenemos en constante reflexión sobre nuestras prácticas tanto externas como internas, nos parece sumamente pertinente que se planteen estas conversaciones dentro del marco feminista abolicionista. Tamara Nopper ha sido muy enfática al afirmar que el abolicionismo no tiene que ver con lo que sentimos. Tiene que ver con reconocer la humanidad del otro. No hay manera de cambiar este sistema si no pensamos en otras formas de tratarnos y convivir. Hay otra vida posible en los márgenes, en la capacidad de vernos reflejadas en las otras, de incomodarnos, en el reconocimiento de nuestros dolores, traumas y experiencias. Hay poder en vernos desde la vulnerabilidad que nos humaniza. Hay que ensayar la liberación. Solo así podremos ir contra las lógicas que nos han traído hasta aquí.

Nosotras estamos puestas.



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